“Tienen un semblante melancólico, como si fueran sensibles a la injusticia de la naturaleza al modelar un cuerpo tan macizo destinado a ser dirigido por alas complementarias ciertamente incapaces de levantarlo del suelo”. Sir Thomas Herbert
Los niños de hoy, al menos los que yo conozco, no son ajenos
a la vorágine social de este momento. Es que quizá es cada vez menos socorrido
el “son cosas de adultos, vete a jugar”. Ella ha escuchado cuando a su alrededor
los grandes nos preguntamos ¿hasta cuándo?, ¿qué tiene que pasar o qué podemos
hacer para que las cosas cambien? Anoche nos comíamos un helado bajo la lluvia,
mirábamos el trafico y a la gente enojada en sus autos. Hablábamos de ese
México enojado que se ve estos días.
- Ma, los mexicanos no son tontos, pero son como los dodos.
Alguna vez le conté a la Guerrera que los dodos se habían
extinguido por su propia naturaleza. ¿Cómo fue y que tiene que ver esta especie
del lejano Océano Índico con los mexicanos? Pues está documentado que aquellas
aves eran grandes y exóticas aunque no muy agraciadas. Los estudiosos aún no se
ponen de acuerdo en si eran gordos o atléticos aunque es cierto que se hicieron
de fama de glotones porque aceptaban con agrado la sobrealimentación que los
humanos les prodigaban para engordarlos y poderlos comer. Para colmo tenían
alas, pero no sabían volar.
Los hombres que llegaron allá por mil seiscientos y tantos a
las islas Mauricio, donde habitaba esta especie de paloma gigante la conocieron
y la asesinaban sin piedad y con mucha facilidad principalmente debido a que no
oponían resistencia. Cuentan que se quedaban mirando con sus pequeños ojos a
los humanos y se acercaban a ellos sin mostrar miedo ya que eran curiosos y
además, nunca antes habían tenido contacto con un depredador, de manera que al
verlos acercarse con palos para golpearlos, esperaban quietos, pacientes y
benignos la hora de su muerte.
No, no eran aves tontas, solo eran inocentes e ignorantes de
lo que su nuevo vecino, el hombre, era capaz de hacer. Por ejemplo, destruir su
hábitat, introducir especies que comían sus huevos, matarlos para aprovechar
sus plumas o por deporte como cuentan algunos historiadores que ocurrió. Se
sabe que su carne no era muy apreciada, pero existen testimonios de matanzas de
dodos que se llevaban a cabo para abastecer barcos de expedición en poco tiempo
y con facilidad. No luchaban para defenderse porque no fueron dotados por la
naturaleza de ningún mecanismo de defensa: no garras, no picos afilados, no
pesuñas, no colmillos. Solo cuerpos grandes y traseros gordos que alimentaron a
los colonizadores, por algún tiempo, solo hasta que no quedó ninguno. Tal vez,
Guerrera, tal vez.
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