lunes, 30 de agosto de 2010

La manda


Como suele suceder, los minutos se hicieron horas y la tarde se llevó consigo al sol para dejar que la noche lo inundara todo. Luego, el velo nocturno se desvaneció vaporosamente. La música se detuvo y así uno tras otro los discos, hasta que olvidé poner otro y el silencio se acompañó de un único sonido: el de mis manos agitándose frenéticamente sobre aquella tarea.

Estírate, jala, mídele, corta aquí, dobla allá, alísale por acá, muérdele aquí, pégale en acullá, ya nomás faltan ocho…

Una cosa son los dolores de parto y mis respetos para las que los han experimentado, muy dignos de ser mencionados son los entuertos, como las abuelas nombraron a los dolorosísimos y potentes calambres uterinos que ocurren luego de traer una criatura al mundo, mientras la matriz se reduce a su tamaño normal y colapsa sanguinolentos desechos que han quedado donde estaba la placenta y no menos intenso es el dolor que acongoja a un cuerpo femenino tras haber sido abierto graciosamente en canal cual puerco pa’ carnitas durante una cesárea, eso no tiene madre, pero ninguna madre puede decirse madre, en serio madre si nunca antes ha pasado una noche en vela forrando los libros y los cuadernos para que su cría vaya a la escuela como dios y la junta directiva mandan.

Es durante esas horas de sacrificio sinsentido que una se pregunta secretamente si de a de veras la maternidad corre por sus venas o nel. En aras de sobreponerme a tales pensamientos traje a mi mente todos los motivos por los cuales nunca me arrepentiría de ser la mamá de Fatima, que son hartos, pero hubo un instante en el que me vi como Jesús durante la oración del huerto:

A solas, muy a solas, cayó rostro en tierra, y suplicaba así: «Padre mío, si es posible, que pase de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya». Entonces, se le apareció un ángel venido del cielo que le confortaba...

Sólo que, a mí no se me apareció ningún ángel para reconfortarme, ni siquiera para ayudarme a cortar el diurex ¡aaaaaaaaay! Éramos los chorromil libros, libretas y yo.

Como es propio de mi naturaleza, me pregunté una y otra vez cuáles eran las verdaderas razones por las que los docentes exigen un forro de color y encima un hule. Algunos osan exigir que el espiral sea retirado y luego puesto nuevamente pero sobre el hule (es un proceso sumamente complicado como convertirse en artesana), otros además tienen a bien la ocurrencia de pedir pastas “cosidas” (si, si, con hilo o estambre y aguja).

Acaso detrás del sistema educativo halla secretas intenciones comunistas de hacer que los padres de familia reflexionemos en la necesidad del control de la natalidad o, por el contrario, sea un acuerdo secreto con la santa inquisición (que como se sabe, aún opera en nuestro país), para que las mujeres pecaminosas purguemos nuestros delitos carnales, o nomás ánimos de chingar porque, las empresas fabricantes de cuadernos invierten bastante en mercadotecnia y diseños bonitos como para que en un acto así de infame se arruine todo eso forrándolos de un solo color.

Yo inicié el rito en un acalorado debate con mi fashionista hija que quería las libretas de moda, y yo no, ella miraba entusiasmada las que incluían posters de chicas en bikini (como los que ella aspira a lucir algún día), y yo que no, y ella a las de animalitos tiernos, y yo que no, y ella a las de personajes favoritos en la pasta y yo que no, y fue una negociación complicada hasta que la hice entrar en razón puesto que las pastas lindas no tenían razón de ser si al cabo, habría una madre que iba a pasar horas y horas forrándolas de un feo color azul.

Ese trago amargo pasó y luego vino el famosísimo y bien ponderado Hule Cristal. ¡Ay weeeeeeeeeey! hasta se enchina el cuero de mencionarlo, porque tiene su gracia, hay que estirarlo, tomar la medida, no desperdiciar, que no se empolve, que no se le pegue un pelo de mi espencersaurio, que no le quede una arruga, que no quede chueco que no se haga bola con el diurex que no se me ahhhhrggg)(/&%$#!!!!!!!

Sí, un vía crucis, tormento chino, manda propia de carmelitas descalzas y misioneras del sagrado corazón, actividad recomendada para poner a prueba la paciencia de los arqueros zen.

Luego vino el canto del gallo y de los canarios (si, allá donde hay borreguitos aún despertamos con gallos y cantos de otras aves), Fatima despertó, miró la pila de libretas en brillante azul turquesa y libros que resplandecían como espejos en sus forros recién alisados y brincó de puro gusto, corrió a darme besos y  dijo que la casa entera olía a “hulito nuevo”. Entonces supe que todo había valido la pena (naaaaaaaaaaaaaa, no es verdad, el próximo año pagaré para que me los forren).

jueves, 26 de agosto de 2010

La vida es un carnaval

Se suben dos guapas y super arregladas mujeres, al vagón de las mujeres claro. Encuentran asientos porque es tarde y los aprovechan porque los tacones vienen haciendo lo suyo. Una es rubia, lleva un vestido precioso, joyas y maquillaje en tonos dorados, toda muy linda ella y la otra, es bajita, cabello ondulado al hombro y teñido de castaño, maquillaje discreto, falda negra, corta y tacones altos.

La rubia se quita las joyas y las guarda en la bolsa mientras le dice a la trigueña que no es por lo que valen sino porque se pueden atorar y es que sí, son como diez collares. Se colgó el molcajete como dice mi abuela. La plática fue así más o menos: 
 - Me la pasé increible! ¿cómo ves si nos vamos en taxi?

- No, mejor caminamos

- ¿Que no te cansaste? jajaja

- Si pero para platicar otro rato ¿no? tengo que contarte lo que me dijo Benja

- Jajaja bueno, oye ¿y vamos a ir a lo del miércoles?

- Yo digo que si, ¿es en la noche no? Yo si puedo.

- Ya quedamos entonces, ya nadamás decídete ¿venimos también al baile del jueves o nos vamos al del viernes?

- No, mejor vamos a donde yo te invito para que conozcas a los muchachos, ellos sí saben bailar y la semana que viene ya venimos con ellos al baile el jueves.

- Mmm, si mejor y así aprovecho para ir a trabajar, ya me hace falta porque no he pagado mi recibo de teléfono jajajaja
- Ah yo tampoco, lo que nunca en mis 82 años!!

¡Esta juventud alocada!, pienso yo. Tengo 29 y todavía no decido si voy a planear muy bien mi suicidio antes de arrugarme toda y ver mis senos chocando con las rodillas o si debo ir pensando en el tapiz de mi recamara en un asilo, si daré servicio como maestra rural unos años antes de retirarme del mundo...tal vez voy a tener uno o dos nietos y me encantará cuidarlos o tal vez no y prefiera ser una viejita con vida social como esas dos que vienen de una tarde de danzón, o quizá para entonces habré de encontrar a mi Benja y estaré escribiendo las memorias de mis muchos viajes junto a él y no en metro precisamente como hago ahora.

-ahh-suspira la rubia- a ver que pasa.
 -si, a ver que- dice la trigueña- ¡me encanta el danzón!

Las escucho y recuerdo El son del corazón: "Piernas que llevan del muslo al talón los recados del corazón..." Leí por ahi que, la danza es el goce instantáneo de la memoria corporal. ¡Bah! Par de viejitas descocadas, se pasaron la tarde bailando con sus Benjas, ¿que no tendrán nietos que cuidar?

En eso pensaba cuando llegamos a Balderas y las dos guapas mozuelas se bajaron antes de que pudiera preguntarles cómo se hace para cumplir 82 y seguir llevando tanto carnaval por dentro.

martes, 17 de agosto de 2010

Canciones de cuna

Habia una vez un barco chiquitito
Habia una vez un barco chiquitito
Habia una vez un barco chiquitito
Y el barquito no podía navegar.


Pasaron una, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, semanas.
Pasaron una, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, semanas.
Pasaron una, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, semanas.
y los víveres, y los víveres, empezaron a escasear.


Los tripulantes de este barquito,
Los tripulantes de este barquito,
Los tripulantes de este barquito,
se pusieron, se pusieron a pescar.


Pescaron peces grandes, chicos y medianos,
Pescaron peces grandes, chicos y medianos,
Pescaron peces grandes, chicos y medianos,
y se pusieron, y se pusieron a comer.


Y si este cuento no se te hace largo,
Y si este cuento no se te hace largo,
Y si este cuento no se te hace largo,
volveremos, volveremos a empezar.

Traigo a la memoria esta cantaleta y la voz medio suave, medio dulzona, medio chillona de mi madre que siempre ha creído que canta bien. Y no es que cantara mal pero, algo me dice que intentaba imitar a Angélica María o a la María Conchita Alonso.

Recuerdo vivamente sus manos delgadas acariciando mi barriga y esas largas uñas que yo adivinaba pintadas cuidadosamente de rojo, arañándome cariñosamente, trazando de seguro la ruta de aquel infortunado barco chiquito.

Sé que yo no quería saber si la tripulación del barquito sufría una y otra vez por la escasez de víveres pero que deseaba que ella no dejara de cantar para mí, y por eso la historia volvía a empezar, hasta que el momento maternal terminaba y ella tenía que irse a trabajar o con el galán, qué se yo.

Ese es uno de los fugaces recuerdos maternales que tengo de esa mujer y por eso, cuando tuve una Purruna * en el vientre, de las primeras cosas que quise, fue que supiera cómo era mi voz, que nunca la olvidara y que cuando naciera la reconociera (¡dioses, que cursi me he puesto!, seguro es la prozac).

Estoy segura de que Fatima desarrolló el oído desde muy temprana edad. La recuerdo atenta a los Cien años de soledad y a Sabines, nadando en líquido amniótico y aprendiéndose las de Pearl Jam, las de Janis Joplin y Manu Chao. No olvido que revoloteaba cuando llegábamos a la universidad y el profe cubano hablaba de técnicas del reportero. Igual y se reía la muy bribona de una futura reportera embarazada.

Me queda claro que ya desde entonces amaba profundamente a su papá. La sentía agitarse y enterrar sus piececillos en mis costillas hasta que él hablaba, entonces se quedaba quietita y esperaba a que la voz sonara otra vez. ¿Y cómo no? Si fue él, el primero que le habló como a un ser humano.

Sí, esa es la verdad y fue así porque yo estaba harto asustada y encabronada por haberme embarazado como para pensar en hablarle y él, pues él también estaba asustado, ¡seguro!, pero ni me miró ese día, se dirigió a mi creciente barriga y le dijo: 

Bebe, tu mamá y yo te queremos, queremos que vengas, todo va a estar bien.

Ya después, ella se acostumbró a escucharme cantar La muñeca fea y Papá elefante, que eran piezas principales en mi repertorio infantil. Y todavía ama que le cante y que le lea cuentos, revistas, poesía, noticias, y hasta blogs.

Pero no sería mi voz la que más reconocería al nacer, fue con la de él, que abrió los ojitos asombrados aquella primera mañana de visitas en el hospital, la que la tranquilizaba en las noches de llanto incomprensible y la que todavía hoy, es la más esperada en un teléfono que suena con suerte cada año. Ambas la esperamos.

*Purruna: como cariñosamente llamo al pedacito de carne rosada con rizos y sonrisa antes de dormir.

viernes, 6 de agosto de 2010

Juventud, divino tesoro...

Dos adolescentes muy nice se maquillan a la female fatale y conversan:

-…yo ya les dije que quiero mi vestido como el de Fulana o mejor no quiero quince años, pero que me den el dinero que se iban a gastar en la fiesta, para lo que yo quiera, ¿para eso trabajan tanto no wey?


…jajajajajajajajaja


-y como pasaste?
-bien casi todos los maestros se portaron chidos
-¿apoco si wey?
-¡si!, bien mensos!


…jajajajajajajajajajaja


-yo me fui a dos extras
-¡no mames¡ y cuando vas a estudiar?
-¿Qué? Le dije a Mengana que haga el de biología por mí
-¿Pero se van a dar cuenta no wey?
-No wey, ¿no ves que ya no permiten que te los aplique el maestro que te dio clase? Porque se manchaban y si te traían en salsa te tronaban
-ahhhh ¡órale que chido!
-El de inglés si lo paso pero no quiero darle a ganar 500 varos a esa vieja
-¿Les pide 500 por pasar?
-Si wey, ¡pinche carera! El de física pide 200
-Que lo haga Fulanita por ti
-Ash pero es bien nerd y mamona no va a querer…a ver…


Jajajajajajajajajajajajajajaja


-Vas a ir a la fiesta wey?
-Claro!!
-Con quien vas?
-Con Sutanito
-Va con carro?
-Pues si wey, si no, ni lo invito
-¿Ya tiene licencia?
-No, el baboso no ha podido sacarla pero, ¿qué tanto nos pueden sacar si nos paran?
-Lo bueno que él siempre trae varo ¿no?
-¿Porque crees que lo invito?


Jajajajajajajajajajajjajajajajajajaja


- Oye y para trigonometría que pex?
-Voy a pasarla con el de verano
-Tu papá si te dio para pagarlo?
-Pues tiene que
-Le dijiste que la tronaste?
Como crees wey! Le dije que es un taller extra que quiero tomar para aplicarme más el semestre que viene y encantado de la vida me lo dio


Jajajajajajajajajjajajajajajajajajajajajajajajaja

Esos fueron veinte ilustrativos minutos a bordo del tren suburbano, cualquiera de esas mañanas rumbo al trabajo, junto a dos mexicanitas pubertas, de cualquier escuela de esta bonita nación. No diré más.

jueves, 5 de agosto de 2010

Prozac y yo

La Oruga y Alicia se estuvieron mirando un rato en silencio: por fin la Oruga se sacó la pipa de la boca, y se dirigió a la niña en voz lánguida y adormilada.


-¿Quién eres tú?-dijo la Oruga.


No era una forma demasiado alentadora de empezar una conversación. Alicia contestó un poco intimidada:


-Apenas sé, señora, lo que soy en este momento... Sí sé quién era al levantarme esta mañana, pero creo que he cambiado varias veces desde entonces.


-¿Qué quieres decir con eso?-preguntó la Oruga con severidad-¡A ver si te aclaras contigo misma!


-Temo que no puedo aclarar nada conmigo misma, señora-dijo Alicia-, porque yo no soy yo misma, ya lo ve.

Hoy me di cuenta de algo. Ya no cuento los días que pasan en el calendario, sino que cuento las pastillas que voy sacando de la plateada tira. Así, se que hoy es 5 de agosto y que hace 14 pastillitas azules y 5 pastillitas moradas que estoy dándole mantenimiento al cerebro emocional.

Prozac y yo nos conocimos cuando le dije al doc que la paroxetina había sido maravillosa, que me había devuelto muchas cosas. Dijo que entonces la ansiedad parecía haberse diluido pero que Paroxetina me iba a provocar sobrpeso y qué carajo que ya no podíamos ser amigas. Había que sustituirla.

Esto es serio, me digo y no me saboteo, no olvido ni una dosis, no pierdo la caja de pastillas. Las tomo religiosamente. Pero Prozac y su compadre, Topiramato me tienen con harto sueño y eso me está fastidiando la vida. Bueno, no se puede tener todo, supongo.

Un día despierto y pienso que sólo soñé que me encontraba como Alicia con una oruga azúl que usa anteojos y tiene barba de candado y siempre está leyendo algo y que me decía: un pedacito de la pastilla te hará alta y el otro te hará más pequeñita.

Luego recuerdo que no lo soñé, que un día me sentí como cayendo en un túnel inmenso. Luego estaba nadando en un mar formado con mis propias lagrimas y decidí correr detrás del conejo blanco. Todavía no sé para qué, no sé porqué y no sé adónde espero llegar. Sí se una cosa: el conejo blanco no es mi principal interés, mi fascinación es ese jardín que siempre ha estado ahí, que en realidad es mío, pero que de pronto me parecía tan ajeno y tan gris.

El problema ahora es que un día tengo siete centímetros de altura y al siguiente, dos metros y no sé qué lado de la pastilla debo comer.

Alicia decidió que sería mejor esperar, ya que no tenía otra cosa que hacer, y ver si la Oruga decía por fin algo que mereciera la pena. Durante unos minutos la Oruga siguió fumando sin decir palabra, pero después abrió los brazos, volvió a sacarse la pipa de la boca y dijo:

-Así que tú crees haber cambiado, ¿no?

-Mucho me temo que si, señora. No me acuerdo de cosas que antes sabía muy bien, y no pasan diez minutos sin que cambie de tamaño.

-¿No te acuerdas ¿de qué cosas?

-Bueno, intenté recitar los versos de "Ved cómo la industriosa abeja... pero todo me salió distinto, completamente distinto y seguí hablando de cocodrilos".

(...)

La Oruga fue la primera en hablar.

¿Qué tamaño te gustaría tener?-le preguntó.

-No soy difícil en asunto de tamaños-se apresuró a contestar Alicia-. Sólo que no es agradable estar cambiando tan a menudo, sabe.

No es agradable no saber que nuevos efectos secundarios habrá hoy, no es agradable no saber con certeza cuánto tiempo dura el mal, cuánto tiempo hay que tomar el tratamiento, no saber si es lo correcto o soóo invento de hombre blanco, no es agradable sentir a veces (y sólo aveces) envidia de la gente normal.

La oruga dice que me acostumbraré, yo digo que no, que encontraré mi tamaño adecuado y que aún así entraré en ese jardín y podré salir y todo habrá sido un sueño, el más real.

La verdad es que a estas alturas me siento mucho mejor que hace unos meses y no recuerdo con exactitud cómo fue eso, si no fuera por lo que he escrito aquí, pero tengo la certeza de que no deseo revivirlo que no es agradable andar rengueando del corazón por ahí y que por ahora, prefiero las muletas hasta sentirme mejor para andar sin ellas.

Cito aquí a mi amiga Ale:

“La gente está loca, y yo soy gente, ¡qué asco¡”

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