lunes, 28 de noviembre de 2011

¿Te conozco?



Hasta mañana Fulanita, nos vemos mañana Menganita, que descanses Zutanita, (……………). Esa pausa la hace frente a mí y omite el “hasta mañana”, la risita nerviosa, el besito en la mejilla y todas las demás efusivas muestras de camaradería que el protocolo marca entre los compañeros de trabajo. Este colega hace lo mismo todos los días pero ni siquiera puedo decir que sea grosero, él simplemente hace como que no me ve y eso que hemos comido juntos en ocasiones y en otras hasta hemos dicho salú con cheve en mano. No es que yo muerda y me parce que tampoco apesto. Lo que si he comprobado en esté ambiente de oficina es que si no ostentas un cargo arriba de asistente, no tienes un beun “outfit”, como dice ahora la gente nais, puedes no ser merecedor de la simpatía de algunos. Ese, entre otros detalles tiene la gente de por aquí. En general son seres humanos comunes y corrientes, en general son agradables pero con esas maneras extrañas que a veces no entiendo. A veces pienso que de seguro también yo tengo modos que ellos no entienden, pero en mi pueblo la gente se saluda y se despide si se conoce y aquí no; de donde vengo puedes simpatizar o no pero no pierdes la cortesía. Aquí puedes bailar y compartir chelas en la fiestecita del viernes con ellos, pero el lunes en la oficina ya no te conocerán o pueden ser muy amables y hasta mostrarse afectuosos en las horas laborales, pero afuera si te ven, no se acuerdan. Hasta ahora no me he ofendido más de la cuenta con esto, solo he quedado como babosa en la calle en un par de ocasiones al saludar y quedarme sin respuesta, je! Pero sigo solo observando, finalmente todos somos un poco bichos raros pero unos más bichos que otros ¡jo! O como dice mi querido Minino: “tú estás loca, yo estoy loco, todos aquí estamos locos…si no lo estuvieras, no estarías aquí”.

jueves, 24 de noviembre de 2011

La zona de confort



El éxito es lo que se hace en silencio día a día, sin testigos, sin música, sin parfernalia.

A veces decimos cosas creyendo que se las decimos a los otros cuando en realidad, hablamos hacia nuestro adentro, pero en voz alta. Así que espero no tocar ninguna susceptibilidad, escribo esto solo porque me vinieron algunas ideas que creo vale la pena recordarme a mi misma de vez en cuando.

Digo esto porque hace tiempo un señor x me hizo pensar en mi zona de confort. En aquél momento me encabroné. Él se refería a que trabajo y encargo a mi hija, luego entonces, según él, me realizo como mujer trabajadora y enaltecida de ego por ser feminista y proveedora y entretanto alguien cuida a mi hija, cosa que debería hacer yo y solo yo, sin ayuda de nadie.

Aquello me hizo mella y me pregunté: ¿zona de confort?, ¿cuál es esa? Si mi vida no es cómoda, si dejar a Fatima al cuidado de alguien más para ir a trabajar y que esto represente un significativo desembolso para pasajes y hartas horas en transporte público no es cómodo. Si no es cómodo cuando me echan en cara esa ayuda para el cuidado de mi hija, lo que, ciertamente, solo es responsabilidad mía, si no hay comodidad en recortar los gastos superfluos para solventar lo importante, si no es para nada cómodo eso y aquello que yo hago. Y así, vomité y vomité mi caldo viceral durante algún tiempo.

Desde entonces este concepto de zona de confort, me resulta interesante y paradójico. Para empezar es algo muy, muy subjetivo, eso está visto. Otra cosa que he pensado es que zona de confort no es lo mismo que comodidad. Así que, visto así, aquél señor x tenía un montón de razón. 

Zona de confort es hacer lo que sé hacer sin arriesgarme a hacerlo diferente. Y aquí viene la parte interesante y que me da vueltas en la cabeza porque uno va siempre queriendo abandonar la Zona de confort creyendo que busca lograr un estado de mayor comodidad que el actual y sin embargo nadie ha alcanzado el éxito desde la comodidad (sea lo que sea que para cada quien signifique éxito, otro concepto muy subjetivo).

En honor a esto diré que al recorrer la lista de personas que admiro, constato que ninguna de ellas tuvo una vida cómoda. Así que, creo que abandonar una zona de confort puede significar dejar de hacer algo que es per se incomodo, para lograr un mejor estado de vida.

Nadie afirmaría que pedir limosna es cómodo y si le dijéramos a un limosnero que vive en una zona de confort, con seguridad nos mentaría la madre pero es una zona de confort si la persona que lo hace tiene manos y pies con los que podría trabajar y simplemente no se arriesga a hacerlo porque está acostumbrado a pedir.

Hasta aquí creo que no me he perdido: zona de confort no es lo mismo que comodidad.

Lo siguiente es que mi muy personal credo dicta que comodidad es un estado pero no un fin y que felicidad es búsqueda aprendizaje y crecimiento personal, y ambas cosas sólo se producen fuera de esa zona de confort.

Y conste que dije búsqueda y no logro de. Dicen que el crecimiento personal es una de las mayores fuentes de satisfacción personal, esto para algunos puede ser palabrería y no más y está bien porque también es bien valido tener otras perspectivas de lo que significa crecer, vivir.

Pero para quienes creen en el crecimiento personal, hay que saber que crecer no es algo que ocurra así como así y solo con desearlo, es algo por lo que se trabaja a cada momento aunque eso signifique dejar de estar cómodos, a salvo de esfuerzo, de compromiso. Y eso si que cuesta.

Esto es lo contradictorio: para lograr bienestar y satisfacción es necesario exponernos a la incomodidad, mientras que si nos quedamos cómodos y con cosas aseguradas solo lograremos sentirnos frustrados en cuando la situación se modifique, aunque sea un poco. Si, de personas frustradas está lleno el mundo ¿no es así?

Ahora mismo es momento de registrar en esta bitácora que me toca mudarme, que mi madre se ha encabronado porque establezco límites y esa “ayuda” que se me venía proporcionando ha sido retirada y todo lo que siento es alivio porque la comodidad puede ser bastante incomoda también. Y un mayor esfuerzo me promete un siguiente paso en mi crecimiento. ¡Welcome! Eso se llama desprendimiento, me dijo Ulises.

Vamos, que donde es cómodo para mí ahora, deja de ser mi zona de confort, me mudo a una nueva zona de confort, un mejor estado de vida y de ese abandono constante de zonas de confort, no es otra cosa que de lo que se trata vivir. Si eso nos enoja, si nos encontramos frente a algo que incomoda es porque anterior a ese acontecimiento veníamos sintiendonos a salvo de nuestros miedos. Dicho de otro modo, la zona de confort no es mala, de hecho me parece que existe una zona de confort ideal, aquella que me permita sentirme bien, sin impedirme crecer, evolucionar. Aún la estoy buscando por cierto.  

Puede ser palabrería o visto de otro modo, la materia prima con la que me estoy forjando, convicciones. Mark Twain lo habría resumido así:

Dentro de veinte años estarás más decepcionado por las cosas que no hiciste que por las que hiciste.
Así que suelta las amarras.
Navega lejos del puerto seguro.
Atrapa los vientos favorables en tus velas.
Explora. Sueña. Descubre.

viernes, 18 de noviembre de 2011

toc toc



No sé si estoy despierto o tengo los ojos abiertos
Andres Calamaro

Algo está mal. Algo anda mal allá arriba. ¿Quién anda ahí? ¡Lo que me faltaba! Que me patean el piso de arriba o será una gotera o algo así muy escandaloso. Y creo que no se lo dije a Ulises, me pareció el punto menos importante. Él habría sabido qué decirme, o quizá no, pero al menos me habría sentido aliviada al compartirlo con él.
.
..
….
…..
……
Toc toc. Ya lo ves, así es como pasa, de pronto estoy editando este bloque y cuando veo ya me fui. Y lo peor es que me voy a ningún lado. Ando dispersa hace ya varios días. Lo se porque  se que esto no importa tanto, que es parte de... y blablabla... pero lo se porque  de pronto ya no estoy en la conversación, porque mientras mi jefa me cuenta de qué van las monerías de su pequeña mis ojos ya están borrosos, soñando otra vez y porque esas letras en la mac de pronto dejan de tener sentido. Daría igual si viera ese archivo o un texto en sanscrito o en chino mandarín, igual ninguno se transformaría en el libro de texto que se supone debía entregar esta semana. Me obligo a recordar que estoy aquí y porqué estoy aquí pero resulta que a veces el ventanal es más fuerte (un segundo, las oficinas no deberían tener ventanales), como decía, que me salen alas y me voy, me voooy, me voooooooy.

Ya lo se, ya lo se. No está bien, Debería poner el corazón en el trabajo, en todo lo que hago, pero ¿y si necesito el corazón para otra cosa? Algo está mal. Algo anda mal allá arriba. Debo subir a revisar esa gotera. Ha de ser macanuda porque se han fugado ya muchas horas de productividad por ahí. Es que se me va volando la sesudez yo creo a buscar eso que necesita que le ponga el corazón.   

Nota: escrito a las 8:53 desde una oficina en la cola del mundo, cuando ya todos se largaron a su viernes social, chateo con la Guerrera que ya me quiere de vuelta y aún no termino ese jodido bloque.

miércoles, 16 de noviembre de 2011

Propuesta


Propongo que propongamos a Elbita para ocupar la Secretaría de Gobernación. ¿Otra cosita? ¡si! asegurense de que le proporcionen medios de transporte aereos ¡je!

jueves, 10 de noviembre de 2011

Nos gusta La ley y el orden


Anoche me confesó que antes de que yo regrese del trabajo mira con mi abuela La ley y el orden, una serie gringa de crimen, acción policíaca, detectives y todo eso que adereza ese tipo de programas. A mí, esa serie me encanta, pero no me encantó que a ella le encantara porque tiene ocho años!! (ella, no la serie).
Y ahi estaba, contandome que la detective Olivia habia dejado un poco de adn en la escena del crimen y que su colega, Elliot (que es tan guapo) intenta ayudarla, pero que el agente que es morenito...

- ¿cómo se llama el morenito mami?
- no lo recuerdo nena,
- yo tampoco, pero si me sé su nombre de la vida real
- ¿y eso?
- lo que más me gusta del programa es la musiquita del final y ahi es cuando dicen: con la actuación de...

Aahh bueno, me empezaba a creer que lo que disfrutaba era ver los crímenes y las intrincadas tramas de la serie.

A que es guapo el Elliot!




miércoles, 9 de noviembre de 2011

Mi maldición particular




Yo quería ponerlos ahí en mi estante como trofeos, así como hacen muchos de ellos con nosotras, con sus conquistas, ¿por qué no iba a hacerlo yo con las mías? Después de todo, ahora era una mujer libre, disipada, autosuficiente. Podía ir por la vida con mi soltería en restauración ahora que él había decidido que cinco años viviendo juntos no valían la pena como para renovar el contrato por al menos otros cinco.

Pues bien, no me quedé de piernas cruzadas y me fui a conseguir ejercicios de mantenimiento y acondicionamiento físico, me fui a entrenar el alma para acorazarse a prueba de hormonas y calentamientos globales y creí que en el camino encontraría sano placer y esparcimiento y quizá, solo tal vez, hallaría un sitio al que se me permitiera regresar de vez en cuando, cuando tuviera frío, algo que contar, un lugar reconocible, un refugio.

Y si, fue divertido, fue espeluznantemente placentero abrir la caja de las diversiones que están prohibidas para las damas decentes. Aprendí que ninguna etiqueta me define, que podía ser un poco nómada, jugar un poco el juego de simular. Ninguno de ellos iba a quedarse así que no había que conservar datos personales. Recuerdo a un bonachón, a un moreno musculoso, un alto y delgado de finísimos modales, un divertido punketero divorciado…mejor omitimos la lista y los detalles. Puede que solo sea digno de recordar el señor R, quien estuvo a punto de entrar.

El señor R no llegó como los otros, el no parecía buscar nada y yo no lo encontré mientras buscaba nada tampoco. Sólo dejamos que las situaciones se presentaran. Digamos que eliminé aranceles cuando él se presentó y casi me sucede. Un poco más de familiaridad y no la contamos. Estaba a punto de bajar la guardia por completo cuando muy a tiempo mi maldición particular hizo efecto sobre las cosas con el señor R.

Y es que él tuvo que hacer un viaje corto de trabajo. Al volver me citó y me dijo casi agradeciéndome que había sido mejor no ir más lejos antes de ese viaje porque durante este, conoció los ojos más bellos del mundo. Casi me contó extasiado la historia del encuentro con ella. Bien, no era la primera vez y me retiré.

Esa es mi maldición personal: ser un amuleto. Me conocen y al poco tiempo aparece la mujer de su vida. La de Enrique se tardó cinco años pero igual, él la encontró tras conocerme a mí y se enamoró de ella y siguen juntos hasta donde sé.

Y así podría contar la anécdota de cada uno de ellos. El punketero regresó con su exmujer, el musculoso, a los dos o tres meses ya tenía novia y dijo que eso no era impedimento para seguir viéndonos pero no iba conmigo y me alejé. Y así, muchos otros tropezaron conmigo y despues con el amor. Y yo poco a poco me aleje de ese divertimento que dejé de encontrar tan divertido.

Había olvidado la anatema de mi destino y estaba muy agusto, instalada en mi amplia y cómoda solitud, pero justo ayer uno de aquellos me buscó solo para restregarme que tras dejar de vernos conoció a una guapa alemana y lo felices que eran, están a punto de vivir juntos. Ahora tengo un dilema, ¿debería contarle eso a mi terapeuta y trabajar en romper el esquema o comienzo a ofrecer mis servicios como amuleto del amorss?

lunes, 7 de noviembre de 2011

Hombres, escasos hombres




Mi amiga Violeta y yo nos encontramos después de varios años. En el messenger pero nos encontramos. 

Entonces yo era una señora casada y ella una chica que no creía en el amor. Yo ahora soy una mujer divorciada y ella una chica que cree y espera el amor. Ella me decía siempre que no existían los hombres fieles, lo recordamos ahora y reímos porque ya se sabe lo ojete que fue Enrique. Bueno, lo medito mejor y digo que pensándolo bien Enrique si fue muy fiel pero solo hasta que comenzó a ser infiel. 

Yo ahora todavía no defino qué quiero en materia de aparejamientos y ella anda estrenando novio. Me dice que “a ver que sale” y yo digo que es de lujo que lo tenga y que lo disfrute porque andan muy escasos. Eso de los galanes, hoy en día es como ir al programa de Chabelo: mejor agarras lo que hay porque no sabes si lo catafixias y te dan gansito. Ja! 

Confesión

La Muerte me enseñó que no se muere de amor, se vive de amor. 
Juan Gelman. 


Necesito confesarte algo, lanzar las palabras, explicarme aunque no entiendas, decirte aunque no te enteres, saber aunque ya no importe: Logré olvidar cuánto dolió, ya no eres lo que fuiste pero te extraño cuando estás aquí. Pájaros hechos de recuerdos se estrellan contra mis cristales y nublan la visión. Si ocupas tu debida ausencia, en cambio, me resulta sencillo cruzar el portal y volver. 

Pero estás, no puedo borrarte de la historia no lo deseo, no tengo el derecho; tampoco tu lo hiciste, nunca te has ido, no deberías; la historia no nos pertenece a nosotros tan solo. 

Antes no me he equivocado ¿porqué ahora lo haría? Algo me dice que te pasa igual, pero no descifro si eres conciente de ello o te acercas más de lo debido más por instinto que por malicia. Sin evaluar el daño ni el bien causado, traes como bumerang rabioso resabios de esos días. 

Hablamos y al hacerlo nos miramos pero no hay reflejo tuyo en mis  pupilas y no hay lugar para mi en las tuyas, nos olvidamos de pronunciar nuestros nombres. 

¿Qué viajero del tiempo alteró el orden de las cosas?, me pregunto a veces y otras como ahora, clamo a todo principio de realidad y concluyo que eres solo el perfecto pretexto para recordarme que algo siento, que la carne dentro del caparazón palpita. 

Tu voz, no la reconozco, mi tacto te está vetado. Difuminado en algún sitio de mi sala, observas un episodio de mi día, adivino. Pero no te percibo, estás ahí pero tan lejos. Y sin embargo, existe el eterno vínculo de vida que propiciamos una noche de noviembre.

No voy a interceder por mi, no voy a accionar nada, esta vez decido no decidir nada. Me arriesgué, me equivoqué y aprendí. Es así como en realidad debe suceder siempre. Cállate razón.

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