lunes, 19 de agosto de 2013

Ser o parecer


Tuve una de esas conversaciones que me hacen botar el switch y ponerme a escribir. Hablábamos de las personalidades reales (esos roles que adoptamos en nuestros entornos inmediatos) y las personalidades virtuales (esas que vivimos, pues en entornos virtuales, llámense redes sociales, amistades a distancia, mails, blogs, etcétera). A veces me pasa que me pregunto, ¿quiénes somos en realidad?, ¿somos esos que escribimos?, ¿o estos que vivimos? Con frecuencia, la personalidad en redes y la que uno conoce en vivo no congenian, las desconozco, me asustan y ya está, se abren grietas. Pero no quiero escribir hoy de redes sociales ni de personalidades virtuales o grietas en las relaciones, sino de esa conversación y las revelaciones personales a las que me abrió. 

Ella me dijo que es posible que existan personas “duales” que son de una manera aquí y de otra allá. Reconozco que prefiero a las personas que no son duales, no es que sean mejores o peores, eso no lo sé, es porque me asustan menos, se que esconden menos intenciones y me siento más segura con ellas cuando se trata de entregar confianza, ceder parte de mi espacio, abrirme al afecto. Y este ha venido siendo el tema en estos últimos meses. 

También recordé como una revelación, que de niña era muy abierta en casa, muy pinga, muy parlanchina y en la escuela las maestras se preocupaban ante mi perturbadora seriedad. Me alegro de que nadie haya sugerido que era autista o que tenía algún problema de adaptación. Es posible que esto sea frecuente en niños pequeños que encuentran difícil estar entre extraños, sin embargo al terminar la adolescencia aún me costaba trabajo ser o aparecer como la misma persona en diferentes ambientes. 

Esta sensación de tener distintas personalidades me conflictuó tanto que me llevó a un primer, aunque breve episodio depresivo, que no fue atendido que pasó casi inadvertido pero que recuerdo. A eso se debe que muchos de mis esfuerzos se enfoquen en ser más que en parecer. Fuí una persona dual y no me gustaba, de manera que me asusta convivir con personas duales.

Ha sido hasta esta mañana cuando platiqué con ella, que lo noté: creo que voy logrando ser la misma esté donde esté. Desde luego hay más apertura si estoy en confianza, como a todo mundo le pasa, pero ya no soy irreconocible en un círculo de personas o en otro, me observo desde fuera y soy la misma todo el tiempo, ya no hay síndrome de camaleón, no máscaras, no conflicto de dualidad. Es posible que me equivoque, es posible que quienes me conocen puedan percibir lo contrario, pero eso es lo de menos, yo me siento así y esto me alegra, me alegra poder mirarme hoy y en retrospectiva e identificar esa evolución. Para mí lo es porque aspiro a ser y no solo parecer, a conocerme a mí misma. Acaso solo alucino, si el día de mañana leo esto y me parece un sinsentido, pues lo borramos y ya está, pero hoy, ¡bienvenida al cambio!

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