miércoles, 5 de enero de 2011

Bosque de mentiras

Él le pidió mentir y estar donde no quería estar, convivir con personas que ella desearía no recordar y ella lo adora, qué podía hacer sino obligarse a complacerlo. Sé que la Guerrera es eso, una guerrera pero esto no debería darle a él concesiones para ponerla en riesgo y desequilibrio de la forma en que lo hizo. En realidad tantas cosas deberían y no deberían ser, pero así son.

Enojada, o mejor dicho: encabronadísima fue cómo comencé el año. ¿Qué clase de persona puede herir tanto a su propia sangre con tanta deliberación? Le tendí la mano y me tomó el pie, la verdad es que no debería sorprenderme, él siempre fue así y ya me había traicionado una vez, ¿porqué esperar que esta vez fuera distinto?

Supongo que los Judas nacieron para traicionar. ¿Y yo debería esperar el beso en la mejilla? Me queda claro que la Guerrera no es de mi propiedad y no me toca condicionar sus afectos pero hay que ver que hay gente miserable.
En cambio, sí me toca protegerla pero así, atrapada en un bosque de mentiras, secretos y complicidades la veo muerta de miedo pero hermética, inaccesible. Por un instante sentí como si la niña frente a mí estuviera pidiendome auxilio pero su rostro estaba desfigurado, no reconocía en ella a mi hija y entre esa negrura era tan dificil acercarme. Ahi estaba yo, también aterrada y sintiendome tan lejos de ella y ella sintiendose tan lejos de todos.

Hay asuntos de familia que están lejos de mi entendimiento. Sé que muchas acciones y decisiones se tratan de conciencia familiar, de lealtad, de honrar a los ancestros pero aún no comprendo los de este individuo y me indigna porque le cuesta lagrimas y dolor a la Guerrera que él decida que ella tiene que convivir con sus agresores, mentir para no perder su cariño, prolongar la tradición de las lealtades nefastas y en fin, sentirse entre la espada y la pared a sus siete años. Tal fue el malestar que la noche del 31 yo tenía en cama una pequeña vomitando y revolcándose por el dolor en el oído, no era otra cosa que la forma en que su cuerpo gritó lo angustiada que ella se había sentido. 

En la última charla de 2010, Ulises me ha dicho que cuando se aprende de nuestro enojo, éste se convierte en coraje y cuando se trabaja con nuestro miedo, éste se transforma en determinación. En ese momento esto no tenía tanto sentido, ahora creo que es la tarea con la que comienza el año para mí.

El enojo así nomás no me ayuda, necesito coraje y me muero de miedo  así que pido determinación para acompañar a la Guerrera y confiar en su fuerza sin olvidarme de mí, para hacerme cargo de lo que me toca y para escuchar a mi corazón.

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