¿Y la navidad?

¿Alguien la ha visto? este año he sentido como si Navidad se me hubiera perdido o escapado en plan el unicornio azul de Silvio Rodríguez.

En 2010 hubo Días de… insulsos, curiosos, interesantes, indeseables y finalmente pasaron trotando los más impetuosos, esos que son tan esperados y comercialmente exitosos que se llevan las ultimas trazas del año en un parpadeo: el del grito patriotero, el de la calaverita, y todo lo soporté porque esperaba con paciencia que Navidad me sorprendiera una mañana cuando hubiera comenzado diciembre, el frío me congelara los pies y el pasto estuviera cubierto por una finísima capa de escarcha blanca; esperaba que de pronto hubiera un árbol decorado tras cada ventana y las tiendas desearan feliz navidad a sus clientes con letreros luminosos y musicales; esperaba que mis tías organizaran esa reunión familiar donde planeamos la cena y llegada esa serie de acontecimientos yo habría sabido que era momento de adornar mi pino de Naviplastic, iluminar la casa con series de foquitos chinos, sentir que es más cálida que nunca, oler el ponche que mi abuela prepara cada noche y escuchar una y mil veces los villancicos de ese disco ochentero donde cantan Yuri, Tatiana, Lorenzo Antonio, Mijares y más.

Pero esa mañana no llegó; el frío se presentó mucho antes del invierno y me acostumbré a él antes de advertir que la fecha se acercaba, dicen que este fenómeno de climas alterados se lo debemos al calentamiento global. Para cuando el pastito amaneció quemado por una gruesa capa de hielo, las tiendas ya tenían en remate todos los artículos navideños y su mejor deseo era que los clientes gastaran a toda prisa sus vales y aguinaldos. Para colmo, esa reunión familiar y los preparativos que la precedían tampoco sucedió.

Pero yo, la que odia los días de, ahí estaba, extrañando la Navidad. Tal vez por la nostalgia de una familia de fábula que en esta fechas compartía las ganas de compartir. Típico en mí, me puse a desmenuzar sensaciones y recuerdos para encontrar significados y motivos. Aquí estoy contra todo argumento realista, negándome a creer que Navidad es un artículo anual, mercadotecnia, un fenómeno que activa y devasta economías, otro simple Día de… y es porque fui niña y Navidad significaba mucho más. Es sólo que tengo el recuerdo algo empolvado de navidades que fueron dichosas.

Veamos, navidad era ser niña y quedarme dormida en la sala mirando las luces del arbolito, acompañar a mi madre a elegir regalos para todos y claro que lo lindo no era pagarlos, a esa edad no sabes de eso, lo fascinante era tratar de adivinar cuál obsequio le iba a gustar más al regalado. Navidad era gente que no te conoce pero te sonríe y dice “feliz navidad” en las calles, las tiendas y los transportes públicos y era creer que las personas andan así de contentas porque de verdad algo muy bueno sucederá. Y sucedía. Ese día todas se quedaban en casa, aún mi madre  a quién recuerdo como alguien casi siempre ausente; ella, mi abuela y mis tías preparaban una súper cena juntas, olvidaban pleitos, ofrecían disculpas, había sinceros abrazos, contaban anécdotas de su infancia y yo me volvía testigo de que esas cinco hermanas y mi abuela se amaban a pesar de lo dura que fue esa época. Navidad para mí que era hija única y siempre estaba sola, era pasar unos días inventando los mejores juegos con mis primos. Era sentir que no existía ninguna carencia, que mi familia era extraña pero era la mejor, que estaba terminando un año pero que tal vez el siguiente podía ser como una navidad muy larga, lleno de cosas buenas. Era recibir mucho y sentir que podía dar mucho, era presentir que el mundo podía ser un buen lugar para vivir.

Hoy yo soy la adulta y tengo una hija y aunque creo que cada día es una oportunidad par hacer del mundo un mejor lugar sin importar la ápoca del año me doy cuenta de que cada navidad de esta etapa  de mamá ha sido un agotador intento de que ella viva esa magia que estoy recordando ahora.

Y no lo he logrado ni lo conseguiré sencillamente porque con el tiempo, las cosas en mi familia tomaron un nuevo orden. Es glorioso que las cosas cambien, nada tendría por qué ser como antes fue y no lo estoy deseando lo que digo es que este año me cuestiono por vez primera cuál es el sentido de seguir celebrando navidades sin saber porqué lo hacemos (al margen los consabidos significados cristianos, religiosos).

Con esto en mente, este fin de semana la Guerrera y yo salimos a buscar al unicornio azul. Muy temprano estábamos en el tianguis para comprar el musgo más fresco, limpié las ventanas y desempolvamos ese arbolito para adornarlo hasta que las ramas le pesaron por tantas esferas y luces.  Hablamos del del pollo asado entero y con las piernas amarradas que ella imagina que habrá en la mesa el 24 de diciembre, del niño Dios, de lo que hizo cuando fue mayor, también de otros dioses  y además tuvimos un invitado así que el ritual se llevó a cabo en plan familia ¿cómo decirlo?, reestructurada, remendada, diferente, no convencional…la familia que somos, un par de divorciados que nunca se casaron y nuestra hija súper especial pasamos el sabado inventando un río, un camino para los reyes magos y un pesebre donde ha de nacer el nene de María.

Eso es. Navidad se me había perdido entre el bullicio, preparativos, ofertas, adornos y bastaba con recordar que tiene que ver con detenernos, cerrar un ciclo y prepararnos para recibir uno nuevo, con  compartir, disfrutar y celebrar los afectos. Es posible que sea así como Navidad vuelva a nacer, encuentre nuevos significados, sea hilo para tejer nuevas historias, qué importa que las tiendas la pongan en oferta la primera semana de diciembre. Navidad puede volver a ser un pretexto para el acercamiento.