De pronto es como pertenecer a un club secreto no tan secreto. Como en esas pelis donde miras la nuca de un vampiro o un zombi y trae el tatuaje de la secta-asociación-logia a la que es leal. Estás en una reunión de amigos y de zas! En un instante, no sabes cómo, uno, dos, tres o cuatro de ellos están intercambiando el nombre y las dosis de los antidepresivos o los ansiolíticos que su médico en turno ha prescrito.
Y no, no es un mal nuevo, aunque se dice que es el mal del siglo. Sin embargo es el trastorno mental más antiguo del que se tiene constancia. En latín es depressus, abatimiento y los griegos le llamaron melancolía, de melán, negro y hiel, bilis. Bilis negra.
Por ahí encontré que Robert Whytt, 1764, relaciona la depresión con un espíritu bajo, hipocondría y melancolía.
Todo esto me suena familiar. Recuerdo a la depresión como un vapor obscuro y denso que hace que todo parezca gris, que no permite saber si más adelante hay algo o es necesario dejarse caer a un vacío y eso da mucho miedo. Es como sentir que el alma es un trozo de madera vieja que va siendo roido por la miserable polilla. Recuerdo haber creído que estaba enferma de todo y haber llorado muchas veces cuando caminaba durante un amanecer hermoso y debía haber reído.
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Edgar Degas. Melancholy |
De haber vivido en la antigua Grecia, el diagnóstico de Hipócrates el médico, no habría sido distinto al del doctor Pepe Díaz. Hipócrates apuntó en sus tratados que
"si el miedo y la tristeza de un paciente se prolongan, se trata de una enfermedad que acomete al espíritu, es melancolía. Lo que equivale a decir que se está deprimido".
Y también el gran médico bizantino Pablo de Egina, describió a la melancolía como algo que no podía asociarse a la posesión demoniaca (nomás faltaba) sino que era un “trastorno del intelecto sin fiebre... Los síntomas comunes a todos ellos son el miedo, la desesperación y la misantropía. Algunos desean la muerte y otros tienen miedo a morir; algunos ríen constantemente, y otros sollozan; algunos se creen impelidos por altas instancias, y predicen el futuro, como si estuvieran bajo la influencia divina; y a estos, por ello se les llama endemoniados o posesos”.
Y así, escarbando un poquito, es que me encontré con que no es cosa nueva, con que muchos otros médicos griegos, romanos, árabes, chinos, medievales, en el renacimiento y quizá en muchas otras culturas y épocas, dejaron constancia de que entonces como hoy, algunos se sumergían en el vaporoso efecto de la temida melancolía.
Creo que hoy más personas de las que se tiene registro, viven deprimidas. No lo aceptan o no lo saben pero cada día el cuerpo y el alma se les separan y cada uno pesa más que el otro sin cederle espacio a la fuerza para integrar ambas partes de su persona. También creo que el sufrimiento, como dicen, es opcional. Creo que cada quien tiene derecho a acomodarse y sufrir pero sin fregarle la vida a sus seres amados. Creo que principalmente cuando hay alguien que depende de mí pierdo ese derecho a perecer de melancolía. Creo en la salud mental.
También estoy segura de que hay otras personas que no tienen nada que ver con estos temas. No me queda claro si tienen otra composición genética, si están hechos de otro material, pero en definitiva no creo que se trate de capacidades, de fortaleza ni maneras de afrontar la realidad porque yo tengo capacidades muchas, fuerza y coraje harto y he procurado siempre que mi manera de afrontar la vida engrane con lo que digo y pienso, que no se valía pues que me pasara a mi, pero me pasó y hoy me chocheo cada día porque tuve el coraje de pedir ayuda. Sé que hay algún otro misterio en la mente humana que determina que en algún momento, algo falle y parezca como si se resquebrajara el ser interior.
Yo pertenezco a ese grupo de personas que reunieron todas las características, circunstancias y requisitos para ser candidata a una depresión, es cierto, pero también pertenezco al grupo de personas que no desea sufrir. Deseo el bienestar porque seguramente en otro momento de mi historia aprendí que lo merezco y no sé a quién debo agradecérselo pero se lo agradezco en serio.
Pienso que si en las sociedades antiguas, los médicos observaron que algunas personas de pronto perdían el rumbo y la capacidad de disfrutar de la vida es porque era igual de grave entonces que ahora, lo que no puedo siquiera imaginar es cuál era el desdichado destino de estas personas.
El doctor Díaz me ha explicado que si me deprimí una vez y me duró dos semanas pero no me atendí, me deprimiré una segunda vez pero esta ahora durante un mes y si no me atiendo, me deprimiré una tercera vez pero durante tres meses o más y así sucesivamente, hasta tocar fondo, hasta el suicidio o la locura tal vez.
Hipócrates no iba a recetarme la prozac así que … bueno, ya estoy divagando, lo que digo es que al final no creo que sea tan mala la ayuda de la psiquiatría para recaptar serotonina o melatonina si es necesario para rescatar el coraje de abrir los ojos cada mañana, para el tratamiento de lo que se tiene comprobado, es una enfermedad orgánica y no sólo del espíritu como se creía hace siglos.
No dudo que por ahí anden médicos con muy poca ética, repartiendo fármacos sin ton ni son; pacientes con muy poca estima, consumiendo ansiolíticos o antidepresivos en un coctel de vodka y me queda claro que en países como el nuestro la atención psiquiátrica correcta no está al alcance de todos porque sabemos que aunque el sistema de salud estatal tiene integrada una rama de psiquiatría, la demanda del servicio rebasa por mucho a la oferta y no basta una cita cada seis meses con el médico que te verá media hora o quizá ni te alcance la quincena y prefieras comer que comprar las pastillas.
Al final lo que importa más es cómo lidia cada uno con la vida y los retos que ésta representa, los recursos están en un abanico inmenso y basta abrir bien los ojos y creer que todo cuanto está ahi afuera nos pertenece y podemos pedir y tomar cuanto sea necesario para ser felices, es nuestro derecho, nuestro principio y nuestro fin. En un grupo de amigas de características, circunstancias y oportunidades más o menos equiparables me doy cuenta de esto todos los días.
Y bien, pues no es que todos los días me acuerde de que soy del club, es que hoy me avisaron que es día mundial de la depresión y había que homenajear (con lo mucho que me gustan los días de, ya saben) y luego éste que es especial, no pasó desapercibido porque es para poner a todos los deprimidos, contentos.
P.D. Rufo de Efeso describió a la depresión como la melancolía de los hipocondrios y la achacaba a una excesiva actividad del pensamiento. ¿Me queda no?
Además apuntó que "la época en la que aparece menos es el invierno, porque la digestión se hace bien en esa estación". Creo que le falló un poco o me salí de su estadística .Yo me deprimí en invierno, je. ¡Pero ya quiero que sea navidad!
Un abrazo.