lunes, 13 de septiembre de 2010

¿Quién cuida a las mamás?


Regla no. 13876, inciso C del apartado H del Manual de las Perfectas Madres: No está permitido enfermarse.

No. Una mamá siempre debe tener una de dos: o la cartera choncha para un buen especialista que atienda al chamaco griposo o estar lista para improvisar el pertinente remedio casero. Y además, el chip integrado incluye la instrucción para los mimos, el apapacho que alivia (aún sin vaporrú, je). Pero no se permiten fallas  en el sistema operativo del ente materno, si eso pasa olvídenlo, la cosa está frita, de manera que no puede darse el lujo de caer en combate.

En resumen: que las mamás cuidan a los hijos pero, ¿quién cuida de las mamás? Si una entra en alerta roja ha de ser ella misma quien se las ingenie para encontrar el remedio, poner cara de no me duele y no alterar el itinerario del día.

Esta mañana me levanto temprano y mi cachorra también. Con gran valentía ambas entramos a la regadera a las seis am, pero algo no anda bien, mis manos tiemblan y sostienen las cosas con dificultad, sudor frio, dolor y (………………) luego vino lo que vino, es decir, todo lo que me comí ayer en un elegante dejavú gástrico.

No, no acostumbro guardar efervecentes ni pastillas rosas de rápido alivio. Y ahí voy a la alacena a buscar una bolsita de té pero !oh sorpresa!, se terminaron porque hace unas semanas la Purruna tenía el ojo rojito y le puse compresas de manzanilla, y pocos días después su barriga le cobraba el crimen de haber consumido un frasco de nutela de un jalón.

Así que a mí, hoy me llevaba San Volverás. Era culpable de un pozole y un chile en nogada. Yo no quería, lo juro, es más dejé un poco de pozole en el plato pero pos sí, ya comenzó el mes patrio y no podía negar la tradición. ¡No era para tanto ay!

Hay que decirlo, no soy una mamá perfecta y violé la norma, entré al confesionario de menos tres veces, me tumbé en la cama a oprimirme el vientre y a tratar de olvidar el espasmo cerrando los ojos, no lo conseguí, y en cambio, mi cachorra ya había tomado el desayuno, me esperaba con la mochila en la puerta.  No parecía muy feliz porque odia llegar tarde a la escuela y ese era el panorama de hoy.

De esa manera recordé el manual: “prohibido enfermarse”, me levanté tomé mi bolsa y sin maquillarme y cara de “morirás mañana”, dejé sobre la camita mis anhelos de apapacho.

Pero no todo estaba perdido, mi abuelamá que vive al lado escuchó mis oraciones a san Wacara y me esperaba en la puerta con un vasito para llevar, lleno de té de Chamomile, manzanilla pues, (es que ella sabe mucho de tes y hay que hacerle honor a sus conocimientos herbolarios, je!).

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