miércoles, 1 de septiembre de 2010

Limosnero y con garrote


En la entrada (o salida, según como se mire) de la estación Guerrero del Metro, hay un ancianito que da mucha pena, cumple pues muy bien con su cometido y pide caridad. Lo veo todas las mañanas y a veces le doy una moneda o a veces no, porque a veces lo encuentro contando los quintos que han caído en la raída gorra, con su muñón derecho.

He notado que se lleva muy bien con los trabajadores que el Metro contrata para la limpia de los andenes, especialmente con un rechoncho barrendero que platica con él como si fuera su nieto.

Pero esta mañana han tenido un altercado. La cosa fue culpa de la desconsideración de la gente caritativa y buena. Me explico:

-¡Ora abuelo si no quieres el pan no lo tires!, tengo que barrerle ahí otra vez, chale…
- Es que es de dulce- dice el viejecito manco y mira con cierta melancolía aquel pedazo de apetitoso moño azucarado.
-¿Y qué madres con que sea de dulce? ¿Te lo regalaron no? ¡Ya ni la chingas, limosnero y con garrote!, ora aviéntalo…- le ordena y le acerca el recogedor.
-Es que la gente no sabe que soy diabético.

Lo tomaré en cuenta, voy a sacar de la alacena de mi abue una de esas palanquetas desabridas para diabéticos y se la voy a traer, a ver si corre con mejor suerte que el bizcocho.

3 comentarios:

  1. ay que triste cuadro, muy de Los Olvidados.

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  2. Son cosas como esta las que te hacen levantarte a veces, no crees??? A mi me pasa. Me cuestiono mi fortuna y la desfortuna de los que realmente están en situaciones precarias. Me encanta tu post... yo también prometo darme una vuelta por acá.
    MIL gracias por leerme, cuando haga falta alguien con quién hablar aquellos asuntos que pocas personas comprendan de la depresión, acá andamos, de corazón.

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  3. Los viejitos son mi debilidad... No sé porqué siempre que veo niños, adolescentes, adultos, señoras o chavos banda en la calle pidiendo limosna, inmediatamente me encabrono y no les doy nada; pero tratándose de los viejitos y sobre todo de las viejitas, no puedo evitar sentir cómo el corazón se me hace chicharrón. Viene a mi mente la imagen de mi madre pidiendo dinero en la calle y me rompe la madre.
    Es bien triste que la sociedad acostumbre sentar a los viejitos en la banca y no darles ningún tipo de empleo. Si hubiera conocido a alguno de mis abuelos, sería un viejito muy amado y muy feliz!

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