viernes, 7 de octubre de 2011
sonrisas
De chica sonreía muy poco en público era una de esas niñas de las que la gente decía: ¡qué bonita niña! ¡tan seria! ¡tan bien portada! En primaria la maestra dijo que era autista pero nada de eso, en casa era hasta parlanchina. Muchos años de mi vida me costó trabajo soneir. Hace poco tuve parálisis de bell y supé cuánto apreciaba ese sencillo y cotidiano acto: sonreir. Durante algunas semanas no pude hacerlo y sin embargo, me reía de la enfermedad y de todo lo que pasaba alrededor esos días. Me recuperé pronto. Aún hay millones de motivos para sonreir y es lo primero que hago cada día. ¡Lo prometo!
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Tu sonrisa acompaña mi camino y, aunque no lo creas, ha sido uno de mis curativos para ciertos miedos :) Abrazo!!
ResponderEliminar