Algunas personas son verdes y les gusta que todo sea verde y desearían que aquello que no es verde lo fuera. Es una lástima que las personas verdes no toleren otros colores, ¡habría tantas combinaciones!
¡Qué rayos!, nadie me coronó en el certamen Mis Complacencias y me encanta ser azul y tal vez mañana decida que quiero ser morado y ¿qué más les da?
Quizá es un poco más complejo que eso. Si fuera una experta en constelaciones familiares, en terapia sistémica, tal vez entendería mejor esto que pasa, pero no lo soy, ni siquiera soy experta en mi propia familia.
De pronto viro un poco el rumbo y es como haber traicionado los códigos más antiguos, secretos pactos. Soy una paria en la tierra donde crecí sintiendome protegida. He sido desterrada y al mismo tiempo condenada a replicar hechos ocurridos a otras que estuvieron antes de mi.
Son estas cosas las que no me han dejado dormir bien las últimas semanas. Todas mis emociones andan como peces flotando en mis sueños, de pronto se arremolinan, de pronto me despiertan con un sobresalto y estoy irritable o triste o ansiosa a las dos o tres de la mañana.
Es como si de pronto se me negara el derecho a pertenecer, como si se hubiese roto el lazo de lealtad que me unía a mi familia. Esa familia de la que sólo se me ha permitido ver una línea, la de mujeres, mujeres solas, andróginas y fuertes solo en la dependencia, leales todas al sufrimiento las otras.
Es posible que nada sea casual sino causal, yo misma no estoy dispuesta a cargar con lo que no me corresponde, no deseo ser un miembro más, enredado en ese destino familiar y esto ha sido visto como una traición.
Y sin embargo, aún creo que más allá de estas letras, más allá del espacio físico en el que no han cabido la comprensión y la tolerancia, mis seres amados saben que los amo y me aman, y seguimos siendo un sistema que se sostiene con un fuerte lazo de amor que no amarra, que no daña, que permite volar y regresar siempre al nido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Dime qué piensas