"¡Qué hermoso cerebro!"
Lo bueno es que me gustó que ese hombre maduro lo dijera con
tanto entusiasmo y espontánea franqueza.
Lo mejor es que al decirlo se iluminó su rostro y que tenía
en las manos pruebas de lo que estaba diciendo acerca de esa cualidad mía que
yo misma desconocía.
Lo malo es que quien lo dijo fue el neurólogo al tiempo que
examinaba los resultados de mi encefalograma.
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