martes, 29 de enero de 2013

Courage



Un corazón noble lucha por encontrar un consuelo ante la lamentable tormenta
 
Era un león cobarde. Estaba dotado con todo lo necesario para vencer. Era grande y fuerte y tenía garras y colmillos que intimidarían a cualquiera que osara pretender despojarle el título de nobleza que con los años había conseguido. Sin embargo, temblaba ante la más mínima posibilidad de tener enemigos y más aún: enfrentarlos, por pequeños que estos fueran. Era por esa razón que gustaba de hacerse acompañar por lacayos y emisarios. Consejeros que no eran los más sabios. Adivinos, videntes, charlatanes seducidos por el deseo de comer en la mesa real. Bastaba con su presencia y sus palabras para ayudarlo a sentirse menos vulnerable. Jamás se iba a la cama sin haber escuchado las nuevas que traían. Agradecía profundamente cada palabra, cada atisbo de peligro del que le avisaban aún si no había certeza en aquellas noticias y especulaciones. Luego de cada entrevista podía retirarse para intentar descansar pensando que ahora sí sabía de donde vendría el siguiente golpe de la vida y que estaría preparado pero claro, no conseguía dormir. Los ojos entreabiertos, las orejas y cada majestuosa garra permanecían siempre alertas. Acaso pretendía frenar el futuro, atrincherarse contra lo inminente, aunque ignorará casi siempre de qué se trataba aquello que con tanto esmero deseaba impedir. Mantenía en el olvido que en batallas libradas cuando era joven había vencido sin necesidad de mantenerse en vigilia. Olvidó cómo improvisar un ataque, cómo agazaparse y saltar sobre una presa, cómo rugir ante un predador. En cambio, pasaba horas elucubrando con sus consejeros, formulas para hallar coraje y seguir gobernando. En el reino pocos entendían esa conducta y pensaban que era tiempo de elegir un nuevo monarca.

Algunos viejos contaban que el rey había sido sorprendido alguna vez mientras dormía y fue herido de tan dolorosa manera que se concentró en no volver a descuidarse jamás. Decían que en aquel tiempo el rey había sido tan severo e implacable con quienes fueron juzgados como culpables, que con igual rigor se juzgaba a sí mismo. Y si bien, ellos pasaban el resto de sus días en calabozos horribles, el real felino se sumía en la oscura escotilla de sus propios temores. Aquél que fuera un poderoso león, hoy parecía impedido para gobernar con sabiduría. No podía si le faltaba el amor. Este había sido reemplazado por una maraña de miedo tan espesa como la melena en su real cabeza. ¿Cómo perdonarse el descuido si no sabía perdonar el de los demás? Su corazón se había endurecido y dejó de confiar en él sencillamente porque ya no lo sentía. De tal suerte, olvidó que corazón es coraje, es renunciar a la seguridad y arriesgarse a vivir.  

4 comentarios:

  1. Me gusta saberte reina =) Ahora deja de pensar en dónde está el corazón del león y limitate a sentirlo !

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  2. Que buen cuento. ¿Es tuyo? Me identifiqué tanto con el león pedorro. Estoy por dar un salto cuántico, estoy por vencer el miedo, rescatar el coraje de habitaba en mi corazón, dejar la seguridad para arriesgarme a vivir...

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    1. Si querida :) es mío de mí y me inspiré en alguien del mundo real pero al final creo que aplica para muchos deun modo u otro. Me alegra que te gustara y te felicito por vislumbrar cerca ese salto. Yo como te dije sigo siendo un "Humanoide no liberado del miedo". Abrazo

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