Hasta mañana Fulanita, nos vemos mañana Menganita, que
descanses Zutanita, (……………). Esa pausa la hace frente a mí y omite el “hasta
mañana”, la risita nerviosa, el besito en la mejilla y todas las demás efusivas
muestras de camaradería que el protocolo marca entre los compañeros de trabajo.
Este colega hace lo mismo todos los días pero ni siquiera puedo decir que sea
grosero, él simplemente hace como que no me ve y eso que hemos comido juntos en
ocasiones y en otras hasta hemos dicho salú con cheve en mano. No es que yo
muerda y me parce que tampoco apesto. Lo que si he comprobado en esté ambiente
de oficina es que si no ostentas un cargo arriba de asistente, no tienes un beun
“outfit”, como dice ahora la gente nais, puedes no ser merecedor de la simpatía
de algunos. Ese, entre otros detalles tiene la gente de por aquí. En general
son seres humanos comunes y corrientes, en general son agradables pero con esas
maneras extrañas que a veces no entiendo. A veces pienso que de seguro también
yo tengo modos que ellos no entienden, pero en mi pueblo la gente se saluda y
se despide si se conoce y aquí no; de donde vengo puedes simpatizar o no pero
no pierdes la cortesía. Aquí puedes bailar y compartir chelas en la fiestecita
del viernes con ellos, pero el lunes en la oficina ya no te conocerán o pueden
ser muy amables y hasta mostrarse afectuosos en las horas laborales, pero
afuera si te ven, no se acuerdan. Hasta ahora no me he ofendido más de la
cuenta con esto, solo he quedado como babosa en la calle en un par de ocasiones
al saludar y quedarme sin respuesta, je! Pero sigo solo observando, finalmente
todos somos un poco bichos raros pero unos más bichos que otros ¡jo! O como
dice mi querido Minino: “tú estás loca, yo estoy loco, todos aquí estamos locos…si
no lo estuvieras, no estarías aquí”.
lunes, 28 de noviembre de 2011
¿Te conozco?
jueves, 24 de noviembre de 2011
La zona de confort
El éxito es lo que se hace en silencio día a día, sin
testigos, sin música, sin parfernalia.
A veces decimos cosas creyendo que se las decimos a
los otros cuando en realidad, hablamos hacia nuestro adentro, pero en voz alta.
Así que espero no tocar ninguna susceptibilidad, escribo esto solo porque me
vinieron algunas ideas que creo vale la pena recordarme a mi misma de vez en
cuando.
Digo esto porque hace tiempo un señor x me hizo pensar en mi
zona de confort. En aquél momento me encabroné. Él se refería a que trabajo
y encargo a mi hija, luego entonces, según él, me realizo como mujer trabajadora y enaltecida de
ego por ser feminista y proveedora y entretanto alguien cuida a mi hija, cosa
que debería hacer yo y solo yo, sin ayuda de nadie.
Aquello me hizo mella y me pregunté: ¿zona de confort?,
¿cuál es esa? Si mi vida no es cómoda, si dejar a Fatima al cuidado de alguien
más para ir a trabajar y que esto represente un significativo desembolso para
pasajes y hartas horas en transporte público no es cómodo. Si no es cómodo
cuando me echan en cara esa ayuda para el cuidado de mi hija, lo que,
ciertamente, solo es responsabilidad mía, si no hay comodidad en recortar los
gastos superfluos para solventar lo importante, si no es para nada cómodo eso y
aquello que yo hago. Y así, vomité y vomité mi caldo viceral durante algún
tiempo.
Desde entonces este concepto de zona de confort, me resulta
interesante y paradójico. Para empezar es algo muy, muy subjetivo, eso está
visto. Otra cosa que he pensado es que zona de confort no es lo mismo que
comodidad. Así que, visto así, aquél señor x tenía un montón de razón.
Zona de
confort es hacer lo que sé hacer sin arriesgarme a hacerlo diferente. Y aquí
viene la parte interesante y que me da vueltas en la cabeza porque uno va
siempre queriendo abandonar la Zona de confort creyendo que busca lograr un
estado de mayor comodidad que el actual y sin embargo nadie ha alcanzado el
éxito desde la comodidad (sea lo que sea que para cada quien
signifique éxito, otro concepto muy subjetivo).
En honor a esto diré que al recorrer la lista de personas
que admiro, constato que ninguna de ellas tuvo una vida cómoda. Así que, creo
que abandonar una zona de confort puede significar dejar de hacer algo que
es per se incomodo, para lograr un
mejor estado de vida.
Nadie afirmaría que pedir limosna es cómodo y si le
dijéramos a un limosnero que vive en una zona de confort, con seguridad nos
mentaría la madre pero es una zona de confort si la persona que lo hace tiene
manos y pies con los que podría trabajar y simplemente no se arriesga a hacerlo
porque está acostumbrado a pedir.
Hasta aquí creo que no me he perdido: zona de confort no es
lo mismo que comodidad.
Lo siguiente es que mi muy personal credo dicta que
comodidad es un estado pero no un fin y que felicidad es búsqueda aprendizaje y
crecimiento personal, y ambas cosas sólo se producen fuera de esa zona de
confort.
Y conste que dije búsqueda y no logro de. Dicen que el
crecimiento personal es una de las mayores fuentes de satisfacción personal,
esto para algunos puede ser palabrería y no más y está bien porque también es
bien valido tener otras perspectivas de lo que significa crecer, vivir.
Pero para quienes creen en el crecimiento personal, hay que saber que crecer no es algo que ocurra así como así
y solo con desearlo, es algo por lo que se trabaja a cada momento aunque eso
signifique dejar de estar cómodos, a salvo de esfuerzo, de compromiso. Y eso si que cuesta.
Esto es lo contradictorio: para lograr bienestar y satisfacción es necesario exponernos a la incomodidad, mientras que si nos quedamos cómodos
y con cosas aseguradas solo lograremos sentirnos frustrados en cuando la
situación se modifique, aunque sea un poco. Si, de personas frustradas está
lleno el mundo ¿no es así?
Ahora mismo es momento de registrar en esta bitácora que me
toca mudarme, que mi madre se ha encabronado porque establezco límites y esa
“ayuda” que se me venía proporcionando ha sido retirada y todo lo que siento es
alivio porque la comodidad puede ser bastante incomoda también. Y un mayor
esfuerzo me promete un siguiente paso en mi crecimiento. ¡Welcome! Eso se llama desprendimiento, me dijo Ulises.
Vamos, que donde es cómodo para mí ahora, deja de ser mi zona
de confort, me mudo a una nueva zona de confort, un mejor estado de vida y de ese abandono constante de
zonas de confort, no es otra cosa que de lo que se trata vivir. Si eso nos enoja,
si nos encontramos frente a algo que incomoda es porque anterior a ese
acontecimiento veníamos sintiendonos a salvo de nuestros miedos. Dicho de otro modo, la zona de confort no es mala, de hecho me parece que existe una zona de confort ideal, aquella que me permita sentirme bien, sin impedirme crecer, evolucionar. Aún la estoy buscando por cierto.
Puede ser palabrería o visto de otro modo, la materia prima
con la que me estoy forjando, convicciones. Mark Twain lo habría resumido así:
Dentro de veinte años estarás más decepcionado por las cosas
que no hiciste que por las que hiciste.
Así que suelta las amarras.
Navega lejos del puerto seguro.
Atrapa los vientos favorables en tus velas.
Explora. Sueña. Descubre.
Hablo de
inteligencia emocional,
mi madre,
palabrería,
ser humano,
ulises,
zona de confort
viernes, 18 de noviembre de 2011
toc toc
No sé si estoy despierto o tengo los ojos abiertos
Andres Calamaro
Algo está mal. Algo anda mal allá arriba. ¿Quién anda ahí? ¡Lo
que me faltaba! Que me patean el piso de arriba o será una gotera o algo así
muy escandaloso. Y creo que no se lo dije a Ulises, me pareció el punto menos
importante. Él habría sabido qué decirme, o quizá no, pero al menos me habría
sentido aliviada al compartirlo con él.
.
..
…
….
…..
……
Toc toc. Ya lo ves, así es como pasa, de pronto estoy
editando este bloque y cuando veo ya me fui. Y lo peor es que me voy a ningún
lado. Ando dispersa hace ya varios días. Lo se porque se que esto no importa tanto, que es parte de... y blablabla... pero lo se porque de pronto ya no estoy en la conversación, porque mientras mi jefa me cuenta de qué van las monerías de su pequeña mis ojos ya están borrosos, soñando otra vez y porque esas letras en la mac de
pronto dejan de tener sentido. Daría igual si viera ese archivo o un texto en sanscrito
o en chino mandarín, igual ninguno se transformaría en el libro de texto que se
supone debía entregar esta semana. Me obligo a recordar que estoy aquí y porqué
estoy aquí pero resulta que a veces el ventanal es más fuerte (un segundo, las
oficinas no deberían tener ventanales), como decía, que me salen alas y me voy,
me voooy, me voooooooy.
Ya lo se, ya lo se. No está bien, Debería poner el corazón
en el trabajo, en todo lo que hago, pero ¿y si necesito el corazón para otra
cosa? Algo está mal. Algo anda mal allá arriba. Debo subir a revisar esa
gotera. Ha de ser macanuda porque se han fugado ya muchas horas de
productividad por ahí. Es que se me va volando la sesudez yo creo a buscar eso
que necesita que le ponga el corazón.
Nota: escrito a las 8:53 desde una oficina en la cola del mundo,
cuando ya todos se largaron a su viernes social, chateo con la Guerrera que ya
me quiere de vuelta y aún no termino ese jodido bloque.
miércoles, 16 de noviembre de 2011
jueves, 10 de noviembre de 2011
Nos gusta La ley y el orden
Anoche me confesó que antes de que yo regrese del trabajo mira con mi abuela La ley y el orden, una serie gringa de crimen, acción policíaca, detectives y todo eso que adereza ese tipo de programas. A mí, esa serie me encanta, pero no me encantó que a ella le encantara porque tiene ocho años!! (ella, no la serie).
Y ahi estaba, contandome que la detective Olivia habia dejado un poco de adn en la escena del crimen y que su colega, Elliot (que es tan guapo) intenta ayudarla, pero que el agente que es morenito...
- ¿cómo se llama el morenito mami?
- no lo recuerdo nena,
- yo tampoco, pero si me sé su nombre de la vida real
- ¿y eso?
- lo que más me gusta del programa es la musiquita del final y ahi es cuando dicen: con la actuación de...
Aahh bueno, me empezaba a creer que lo que disfrutaba era ver los crímenes y las intrincadas tramas de la serie.
A que es guapo el Elliot!
miércoles, 9 de noviembre de 2011
Mi maldición particular
Yo quería ponerlos ahí en mi estante como trofeos, así como
hacen muchos de ellos con nosotras, con sus conquistas, ¿por qué no iba a
hacerlo yo con las mías? Después de todo, ahora era una mujer libre, disipada,
autosuficiente. Podía ir por la vida con mi soltería en restauración ahora que
él había decidido que cinco años viviendo juntos no valían la pena como para renovar
el contrato por al menos otros cinco.
Pues bien, no me quedé de piernas cruzadas y me fui a
conseguir ejercicios de mantenimiento y acondicionamiento físico, me fui a
entrenar el alma para acorazarse a prueba de hormonas y calentamientos globales
y creí que en el camino encontraría sano placer y esparcimiento y quizá, solo
tal vez, hallaría un sitio al que se me permitiera regresar de vez en cuando, cuando
tuviera frío, algo que contar, un lugar reconocible, un refugio.
Y si, fue divertido, fue espeluznantemente placentero abrir
la caja de las diversiones que están prohibidas para las damas decentes. Aprendí
que ninguna etiqueta me define, que podía ser un poco nómada, jugar un poco el
juego de simular. Ninguno de ellos iba a quedarse así que no había que
conservar datos personales. Recuerdo a un bonachón, a un moreno musculoso, un
alto y delgado de finísimos modales, un divertido punketero divorciado…mejor
omitimos la lista y los detalles. Puede que solo sea digno de recordar el señor
R, quien estuvo a punto de entrar.
El señor R no llegó como los otros, el no parecía buscar
nada y yo no lo encontré mientras buscaba nada tampoco. Sólo dejamos que las
situaciones se presentaran. Digamos que eliminé aranceles cuando él se presentó
y casi me sucede. Un poco más de familiaridad y no la contamos. Estaba a punto
de bajar la guardia por completo cuando muy a tiempo mi maldición particular hizo
efecto sobre las cosas con el señor R.
Y es que él tuvo que hacer un viaje corto de trabajo. Al
volver me citó y me dijo casi agradeciéndome que había sido mejor no ir más
lejos antes de ese viaje porque durante este, conoció los ojos más bellos del
mundo. Casi me contó extasiado la historia del encuentro con ella. Bien, no era
la primera vez y me retiré.
Esa es mi maldición personal: ser un amuleto. Me conocen y
al poco tiempo aparece la mujer de su vida. La de Enrique se tardó cinco años
pero igual, él la encontró tras conocerme a mí y se enamoró de ella y siguen
juntos hasta donde sé.
Y así podría contar la anécdota de cada uno de ellos. El
punketero regresó con su exmujer, el musculoso, a los dos o tres meses ya tenía
novia y dijo que eso no era impedimento para seguir viéndonos pero no iba
conmigo y me alejé. Y así, muchos otros tropezaron conmigo y despues con el amor. Y yo poco a poco me aleje de ese divertimento que dejé de encontrar tan divertido.
Había olvidado la anatema de mi destino y estaba muy agusto, instalada en mi amplia y cómoda solitud, pero justo ayer uno
de aquellos me buscó solo para restregarme que tras dejar de vernos conoció a
una guapa alemana y lo felices que eran, están a punto de vivir juntos. Ahora
tengo un dilema, ¿debería contarle eso a mi terapeuta y trabajar en romper el esquema o comienzo a ofrecer mis
servicios como amuleto del amorss?
lunes, 7 de noviembre de 2011
Hombres, escasos hombres
Mi amiga Violeta y yo nos encontramos después de varios
años. En el messenger pero nos encontramos.
Entonces yo era una señora casada y ella una chica que no creía en el
amor. Yo ahora soy una mujer divorciada y ella una chica que cree y espera el
amor. Ella me decía siempre que no existían los hombres fieles, lo recordamos
ahora y reímos porque ya se sabe lo ojete que fue Enrique. Bueno, lo medito
mejor y digo que pensándolo bien Enrique si fue muy fiel pero solo hasta que comenzó a ser
infiel.
Yo ahora todavía no defino qué quiero en materia de aparejamientos y
ella anda estrenando novio. Me dice que “a ver que sale” y yo digo que es de
lujo que lo tenga y que lo disfrute porque andan muy escasos. Eso de los
galanes, hoy en día es como ir al programa de Chabelo: mejor agarras lo que hay
porque no sabes si lo catafixias y te dan gansito. Ja!
Hablo de
amiga,
amor,
palabrería,
pareja,
sandeces
Confesión
La Muerte me enseñó que no se muere de amor, se vive de amor.
Juan Gelman.
Necesito confesarte algo, lanzar las palabras, explicarme aunque no entiendas, decirte aunque no te enteres, saber aunque ya no importe: Logré olvidar cuánto dolió, ya no eres lo que fuiste pero te extraño cuando estás aquí. Pájaros hechos de recuerdos se estrellan contra mis cristales y nublan la visión. Si ocupas tu debida ausencia, en cambio, me resulta sencillo cruzar el portal y volver.
Pero estás, no puedo borrarte de la historia no lo deseo, no tengo el derecho; tampoco tu lo hiciste, nunca te has ido, no deberías; la historia no nos pertenece a nosotros tan solo.
Antes no me he equivocado ¿porqué ahora lo haría? Algo me dice que te pasa igual, pero no descifro si eres conciente de ello o te acercas más de lo debido más por instinto que por malicia. Sin evaluar el daño ni el bien causado, traes como bumerang rabioso resabios de esos días.
Hablamos y al hacerlo nos miramos pero no hay reflejo tuyo en mis pupilas y no hay lugar para mi en las tuyas, nos olvidamos de pronunciar nuestros nombres.
¿Qué viajero del tiempo alteró el orden de las cosas?, me pregunto a veces y otras como ahora, clamo a todo principio de realidad y concluyo que eres solo el perfecto pretexto para recordarme que algo siento, que la carne dentro del caparazón palpita.
Tu voz, no la reconozco, mi tacto te está vetado. Difuminado en algún sitio de mi sala, observas un episodio de mi día, adivino. Pero no te percibo, estás ahí pero tan lejos. Y sin embargo, existe el eterno vínculo de vida que propiciamos una noche de noviembre.
No voy a interceder por mi, no voy a accionar nada, esta vez decido no decidir nada. Me arriesgué, me equivoqué y aprendí. Es así como en realidad debe suceder siempre. Cállate razón.
Hablo de
amor,
nostalgia,
pareja,
presencias
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