martes, 27 de julio de 2010

Instinto de supervivencia


Es preciso encontrar la manera de que la vida no pese tanto porque el camino es largo y no vamos ni a la mitad. Ayer vi. en el tren a una pareja de ancianos. Parecían contentos, hasta diría que parecían enamorados y no pude evitar preguntarme qué hacían para soportar seguir vivos.

Es cierto que ser mujer, madre, talachera, soltera, me hace sentir vulnerable y al mismo tiempo tan tercamente fuerte. Sin embargo, no creo que los hombres estén exentos. Son otro cuento.

Últimamente el país está de la fregada, eso también es cierto. De verdad que alguna vez ha cruzado por mi mente la peregrina idea de un suicidio colectivo. ¿Es mala idea? Una huída en masa para quien libremente quiera unirse, porque este país ya se jodió, porque quizá irnos de él a otra geografía, a Australia o al otro lado del mundo, resulte en lo mismo.

Sí, sí es mala idea, yo lo sé pero es un hecho que hay muchos tristes con millones de motivos para estar tristes. Yo misma hace unos meses me sumergí en una laguna espesa, helada y sin color.

Según yo y sigo asegurándolo, el detonante fue llegar una noche a casa y ver en la televisión como un loco asesinaba a un hombre a sangre fría en el mismo anden del metro Balderas por donde cada noche camino yo. El incidente ocurrió unas horas antes de que yo pasara por ahí y Ale con Roco aún en el vientre pasaron unos minutos antes.

Me recuerdo viendo la noticia y llorando a mares, neuróticamente. Ese evento me sacudió porque pude haber estado ahí, porque pensé “carajo y si así hubiera sido y una bala…, y ya nunca llego a casa…, y no vuelvo a ver a Faty….y si..). Me dejó adolorida porque todos saben que el caído era un albañil que tenía una familia, que quiso detener al fulano que disparaba y ya había matado a un poli pero que nadie lo ayudó.

No podemos culpar a nadie porque nadie estaba dispuesto a morir ese día. Todos tenían que llegar a algún lugar y a todos los esperaba alguien. Todos los que se agacharon y sólo se atrevieron a mirar por las ventanas rayoneadas del vagón naranja, valoran su vida como el que más…

Las cámaras de seguridad del anden no mintieron. Un tercer fulano caminó manteniendo la calma mientras el malo le disparaba al bueno.

Desde ese día tenía miedo todas las mañanas tenía miedo de la gente, no de los malos que cargan pistolas en la mochila y pueden disparar en el momento menos pensado. Tenía miedo de la gente buena que no hace nada bueno por nadie, esa que no movería un dedo si el loco me apuntaba mí.

El doctor me escuchó pacientemente y luego me aseguró que era la suma de todo la que me tenía así: el loco, el divorcio, los juzgados, el desempleo, el nuevo empleo, la maternidad sola, subir de peso, bajar de peso, poco sexo, luego demasiado sexo, trabajar de día y también de noche, dormir poco, dormir demasiado y hasta mi colchón viejo cooperaba con mi malestar.

Luego me recetó unas maravillosas pastillas, dijo que no era depresión, pero casi y me pidió que leyera a un tal Bucay.

Ya no sé, junto a los males de otros, esto que relato es pequeñez y creo también que Dios no le da a nadie una carga más grande de la que puede soportar.

Y sí, un día desperté y no me sentía tan cansada, ni tan triste, ni tan gris.

Hay días como hoy en que me atrevo a creer que eso que andamos buscando está acá adentro y vuelvo a creer que podemos y merecemos el bienestar sin tener que ir por la vida a pastillazo limpio, pero no sé. Sólo sé que es preciso hacer algo antes de la asfixia mientras nos quede instinto de supervivencia, después de todo, todos tenemos que llegar a algún lugar y a todos nos espera alguien, en algún lugar.

2 comentarios:

  1. Gracias a tus palbras descubrí que hace dos meses no tengo crisis exitenciales, me creí a salvo, hoy sé que sólo escondí los mismos pensamientos que te acorralaron, que no me había dado cuenta que todo la shit sigue ahí, sólo que con taaanto trabajo y poco tiempo para pensar le dejé pasar. ¿Qué es mejor? ¿qué es peor? creo que necesito de tus pastillas mágicas.

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  2. Todos queremos las pastillas mágicas, pero muchas veces no vienen en cajas blancas ni en colores vistosos, están en nosotros, en esos fragmentos de historias, de sonrisas, de vacas lady´s, en todas partes! Solo hay que buscar un bonito motivo al cual aferrarnos.

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