
- Hola.Silencio.
- Hola - volví a decir – soy Isabel.No me respondieron. Muy valientes que se veían pero muy mustias. No dijeron nada. Cuando me las presentaron acepté sin pensarlo dos veces y me las traje a casa. Y así me pagaban. Estarían conmigo 28 días para empezar. Que curioso. Los mismos días que llevo esperando a que mi organismo responda y llegue el periodo. Esa es otra historia.
Bueno, qué se le iba a hacer, ya estaban aquí y yo no me rajo pero antes de tratar de intimar con ellas las dejé sobre el tocador, no, más arriba, junto al nicho de libros, casi donde no las viera.
Luego quise echarme para atrás: Carajo Isabel, no pudiste sola!, debería darte pena, necesitaste pastillas para levantarte, que poca cosita eres!..., me dije. Y ahí estuvieron dos días. Inmóviles las veía desde mi cama muy guardaditas en su cajita blanca.
Pero interpreté su silencio. Me dijeron cobarde. Se llaman paroxetina y son amarillas, chiquitas y redondas como cualquier chocho. Pero no son cualquier chocho. De acuerdo con mis síntomas y con el doctor, en algún momento mi cerebro se fracturó una patita y no puede regular solito sus niveles de serotonina. Hay que darle un empujoncito.
Así que como dijera el buen Jesús: al tercer día….no, nadie resucitó, me tomé la pastillita.
Noche 1:
¿Qué? (…….zzzzzzzzzzzz……….) ¿cuál cuento faty? (……….zzzzzzzzzzzz…………..) ¿cómo dices hija? Ah si, (……….zzzzzzzzzzzzzzz…………) se me cayó el libro (…………zzzzzzzzzzzzzzzzzz…………..) perdona, ¿en qué me quedé? …tengo mucho sueño zzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzz
Noche 2:
Buenas noches hija. Las 11… …las 12…. ¿qué fue ese ruido? ….la 1…¿qué habrá en la radio?...repeticiones …la 1:30…¿y si me paro a lavar? ….las 2, ¿porquè no me duermo carajo? ….las 2:30 por fin, bostezo, quiero arañar la pared!! quiero dormir!! …las 3, zzzzzzzzzzz ¿ya amaneció?
Noche 3:
¿Las 5? ¿Porqué desperté? ¿porqué no estoy cansada? Yeah! Arriba!
Día 4:
Me reí mucho (¡En la madre! ¡Se me mueve todo!).
Día 5:
¡Ok, Faty jugaremos a lo que tu quieras! Ey vamos a planear tu fiesta de cumpleaños!!
Día 6:
- ¡Vaya que te ha mejorado el humor!
Día 7:
- ¡No te enojaste mami! - No hija, no es para tanto
Día 8
Cielos ya me llené y comí muy poco.
Y así…llevo 10 pastillitas. Apenas hoy busqué en Internet de que va la paroxetina. No quise hacerlo antes porque me conozco y se que me pongo loca, me predispongo pues y empiezo a alucinar con que todo lo que leo me pasa. Descubrí que hay un montón de efectos secundarios que a mi no me han dado. Por si las dudas no tomaré café pero hay una cosa, no deseo tomármelas como si fueran la píldora de la felicidad. El doc dijo que generalmente tardan en hacer efecto pero que tuve un progreso rápido y positivo. Dice que en cuanto haga mi perfil tiroideo y hormonal puedo tomar el tratamiento que la ginecóloga recomiende si ese fuera el caso, que será la combinación perfecta. Me abraza, me da un beso en la frente y dice que voy a estar bien y yo quiero creerle.
Por otro lado, les presento a Ulises, el psicoterapeuta, opina lo mismo, que progreso. Tiene una técnica rara, combina la terapia con acupuntura y dice que su trabajo es saber, el mío es descubrir, pero que soy una experta en mi vida así que debo fluir.
Mientras tanto, estos días han sido una cosa rara. Soy una Isabel de la que no me acordaba. Se que alguna vez fui así, igual pero un poquito más feliz. El terapeuta dice que no me acostumbre, que habrá momentos en los que me sienta de la fregada porque las pastillas hacen lo suyo pero que mis emociones negativas se harán lo suyo también y se van a poner cabroncitas (si, es un poco malhablado dispénsenlo).
Como dije, estoy como un poco lisiada. En rehabilitación, pero no es suficiente sentirme bien, quiero en verdad estar bien y mirar un día que todos mis nudos ya no me pesan, que mi alma ya no huele a rancio, que puedo correr sin las muletas, sin el doc que me trata como un padre y me da chochitos de colores para sonreir, sin el otro doc que me habla como un grillo conciensudo y me clava tachuelas en las orejas.
Estoy para lo que venga. Ya no quiero contarme cuentos, quiero que sean verdades que no debo explicarle a nadie. ¿Drogada? Tal vez, pero nadie me negaría la insulina si fuera diabética ¿o si? Pues venga la pastilla 11.