martes, 28 de agosto de 2012

… y es mi miedo el de esa lagartija a desprenderse de su cola




Tres de la mañana, otra vez. Y a las cuatro, las cuatro treinta, y así hasta que son las seis treinta y me levanto. Despierto inquieta, tengo sueños extraños porque extraño, es por eso seguramente. Arriba, me digo que es hora de comenzar nuevamente y voy a tientas por una habitación que aún desconozco. Que por ahora me contiene pero no me pertenece o yo no pertenezco a ella, da igual. 

Que es cuestión de adaptarse me dicen unos, ¿qué sentido tiene acostumbrarse a algo? Me pregunto yo ahora. Más adelante habrá que desprenderse de todo. De personas, de lugares, de amores, de un cuerpo. Es que estamos de paso por todas partes. Condenados a ser errantes. No afirmo que esto sea malo, tampoco bueno, solo es una realidad que me pone melancólica y me da un revés porque crecí intentando pertenecer a una familia, a un lugar, tener raices.

Justo ahora no se bien a bien si es este cambio como lo esperaba. Me encuentro invadida por emociones que me parecen como recuerdos de una vida pasada. Me siento alentada por el viento que va empujando mi barco y sin embargo, al mismo tiempo, me invade la nostalgia, el desconcierto, el dolor de la metamorfosis.

Es aquí cuando parafraseo lo que “Ulises dice”: que no hay mayor placer que crecer y ver crecer. Yo digo que el dolor es parte del crecimiento, (el dolor, no el sufrimiento). No debería, uno imagina que crecer, fluir, avanzar o como quiera decirse, es un camino reconfortante. La verdad es que si se pone atención, la oruga debe desgarrarse y cambiar de piel cuatro o cinco veces antes de ser mariposa. Se sabe que este animalito posee un pequeño sistema nervioso que se transforma de manera dramática mientras adquiere su forma de ser alado y colorido y se sabe también que fisiológicamente es consciente a traves de dolor, de que está transformándose. 

Se ha probado también que una vez convertida en mariposa, conserva recuerdos de su vida larvaria. Imagino que sabe que el cambio debe suceder, que no hay opción a detener ese proceso, aunque duela.

Es una pena que yo no sea una oruga y tenga tantas ganas de paliar el dolor que me provoca ahora esta metamorfosis.

Esto también pasará.

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