Once de la noche, le marco para saber si mañana estará aquí temprano con ella ya que no la enviaré a la escuela, le duele la barriga y ha estado vomitando y él es su papá y puede cuidarla ¿qué no?
Ocho de la mañana, él me llama para saber si también estaré en el festival. Ya no somos pareja pero igual aparecemos juntos en el patio de la escuela para comer con ella en la kermes y aplaudir juntos en el numero donde nuestra hija participa.
En otra ocasión, los tres aparecemos paseando por la plaza, invitándonos un helado, mirando la cartelera del cine, y otras de esas cosas que hacen las familias convencionales, pero no lo somos.
La verdad es que ni él piensa en regresar, ni yo pienso en que regrese, y Faty, no, yo creo que ya quedó atrás el tiempo de la fantasía de que sus papás volvían a vivir juntos. Ella también sabe que eso no sucederá. Tampoco es que hagamos estas cosas con esa nostalgia ni es que yo escribo esto por esa razón.
Es por tomar nota de que soy de esa generación de mujeres que dejaron atrás el rompimiento a la antigua, el simple y llano truene, al estilo de “cortón de raíz y a vivir en la disfuncionalidad”.
Puede ser que aún no sea una cuestión general pero me atrevo a decir que la sociedad ya no tolera esa estructura, precisamente porque las personas rehusamos quedarnos sin estructura.
Es cierto que a hombres y mujeres nos cuesta cada vez más trabajo establecer acuerdos para vivir en pareja en un mundo que ofrece tantas posibilidades de vivir de tan distintas maneras, de crecer en tan distintos procesos.
El punto es que hoy, muchos y muchas que nos aventuramos una vez a vivir en pares y procreamos, nos separamos, sí, pero de un momento a otro volteamos a replantearnos la posibilidad de convivir y mirarnos con respeto o cuando menos con tolerancia a fin de seguir funcionando como familia aún sin permanecer en el mismo espacio físico.
No soy la única que vive la separación así. Conozco a otro puñado de hombres y mujeres que lo experimentan. No todos tenemos los mismos resultados, nos aventuramos a distintos riesgos y de hecho los resultados aún están por verse, ¿en unos 10 o 15 años, cuando los críos estén listos?
Por ahora a ella le hace mucho, mucho bien, de alguna manera funcionamos, él está incorporado a su proceso educativo, a sus días, es parte de esa casa con mucho pasto, con tías, con una abuela, con muchas visitas los fines de semana, es las salidas con papá y las llamadas y confidencias de las que yo no formo parte, es los gustos que comparte con ella y no conmigo, se une a ella en estos años en que se hace grande, deja los vestidos rosas y conoce el mundo y no es por mi benevolencia, no es que le permití regresar, es que nunca se fue, está enteramente en su corazón, y es sencillamente por el bien de todos.
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