Acabo de llamarle y colgué con la garganta hecha un nudo. Paso muchas horas en la oficina y muchas también en el transporte público, me quedan con ella las mañanas, las noches y los fines de semana. Hoy, esa circunstancia si que me hizo sentir miserable y en desventaja y muy, muy egoísta. ¿Cómo te fue hoy nena?, ¿cómo estuvo el día en la escuela?, ¿a qué estás jugando?, te deje de comer…. Pero ella no tiene ganas de hablar conmigo, interrumpe mis deseos de saber cómo va su día y me pide el número del celular de su papá. Él nunca está los días importantes, él no se levanta tempranísimo para poner algo sano en la lonchera, él no está pendiente del botón que hay que coser otra vez en el sueter, ni del lapiz nuevo que hay que comprar porque lo volvió a perder, ni del vestuario para el baile en la escuela, ni de la maqueta que hay que hacer a media noche, ni de la visita al museo, él no se abstiene de comprarse nada para poder pagar las colegiaturas o el vestido que tanto le gustó en esa tienda de cosas caras, él hasta puede pasear a la novia, él no se pierde ninguna fiesta, ninguna hora de sueño por pasar el tiempo con ella, él nada de nada, ni se le pasa por la cabezota llamarle a ella alguna vez en la semana pero ella se muere de ansias porque llegue el día de la visita o por marcarle al celular y por esas llamadas yo pago más cara la factura de teléfono y me enfurio de nuevo por estar en tanta desventaja con él. Sólo soy una mala madre, proveedora, incubadora, cuidadora waaaaaaaaaaaaa. CHET!
Changos, se llama culpa. La conozco. Muchas veces sólo con el tiempo los hijos valoramos la importancia del sacrificio de los padres. Tú, sé tú. Dale amor a tu hija, esas dos horas que la ves, que sean entregadas con amor. Deseo que el camino se enderece pronto...
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